Todos somos emisores
Nicholas Negroponte dijo una vez que los intentos de los gobiernos por controlar la red estaban tan desorientados como una convención de monjas analizando arte erótico. El cambio más importante que traía internet al concepto de comunicación masiva era la dispersión y la inmediatez de la emisión. A diferencia de lo que ocurre con los medios masivos tradicionales, con Internet todos podríamos ser a la vez receptores y emisores, en una verdadera –e incensurable-- democracia de la comunicación. Más adelante, esta fe en la democracia de internet quedó bastante matizada. Los sistemas de construcción de páginas eran caros, poco accesibles y por otra parte las grandes corporaciones tenían más poder económico necesario para acarrear “tráfico”. La internet parecía que era incapaz de otra cosa que no fuera reflejar en su universo bidimensional las desigualdades e injusticias del mundo real.
Los blogs y sus múltiples posibilidades reflotaron aquella fe que nunca se perdió del todo. Tanto los sobrevivientes de una catástrofe que descargan su horror en un blog como los soldados invasores que dan testimonio (con fotos, pelos y señales) de su visión distinta de la guerra destronan el concepto de “mensaje oficial” y hoy parece que es cierto, todos somos, en potencia y con una facilidad cada vez mayor, emisores.
El mismo Negroponte vaticinó que, como en el peor de los totalitarismos, pasaría a penalizarse más la recepción que la emisión. Desde las historias de terror de equipos swat invadiendo casas particulares para llevarse ordenadores por los que pudieran haber pasado imágenes prohibidas hasta las genuflexiones de Google y Yahoo al poderío económico de China, los intentos de control, que por ahora son burdos, toscos, mayormente inútiles y que recuerdan mucho al clero en su relación con el erotismo, no cejan. La censura, como la red, no se queda quieta, y no hay que bajar la guardia.
2 comments:
<\b>"El mismo Negroponte vaticinó que, como en el peor de los totalitarismos, pasaría a penalizarse más la recepción que la emisión"<\b>
La recepción es quizás la parte más creativa de una obra y, sin dudas, la más desconcertante.
Pregunten a Los Beatles por Helter Skelter y el clan Manson.
Pregunten al Cosmos respecto de sus intérpretes dogmáticos.
¡Por supuesto que la recepción es más peligrosa que la emisión y por ello debe ser abolutamente castigada!
El verdadero problema es que te hayas hecho zurdito, no que un viejo choto que ya se murió haya escrito acerca de su concepción de la justa retribución del trabajo.
Pido que se entienda que lo dicho en el post precedente es una ironía.
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