Saturday, March 10, 2007

FONTCUBERTA Y LA INFORMACIÓN

Antes de Internet, había quienes hacían el ejercicio de comparar el tratamiento de la misma noticia en dos diarios distintos para poner en escena las manipulaciones de siempre. Ese ejercicio, un necesario pero impopular esfuerzo para contrarrestar la tendencia a tomar como verdad todo lo publicado en los medios, dejó de tener sentido con la aparición de la web. Si antes la mirada inocente de las representaciones era peligrosa y estúpida, con internet y su multiplicidad de fuentes se volvió imposible. Por fin supimos que todo era infinitamente manipulable, que entre la realidad y nosotros había una opaca maraña de discursos contradictorios que nos llevaría la vida desentrañar. Mientras algunos caían agobiados por este exceso de información, para otros se convirtió en motivo de reflexión y, en el caso de Joan Fontcuberta, en prometedor material para su trabajo.
Cuando ese gran artificiero y artífice desactiva los mecanismos de la verdad y de la mentira, formando un payaso con imágenes del Congreso, cuando nos enseña fotos prohibidas de aquel cosmonauta perdido en el espacio y, además de proporcionarnos el regocijo de que algún seudoperiodista incauto mordiera el anzuelo, nos cuenta un cuento que es un ensayo perfecto de la melancolía teñida de humor, cuando uno de sus monjes perdidos hace surf en blanco y negro o cuando Jesús se pone la capa de Superman para adaptarse a los tiempos que corren, Fontcuberta nos está diciendo que todo depende del cristal con que se lo mire, desde luego, pero también que perder la inocencia no es ser cínico ni triste, que tal vez la realidad no se pueda alcanzar pero que siempre podemos jugar con ella y, finalmente, que el mundo que nos muestran no es más posible –y probablemente sí bastante peor— que el que él se inventó para nuestra fortuna y nuestra alegría. Démosle gracias.

Publicado con el título de "El cristal con que se mire" en mi columna "El otro lado del espejo" de la sección Internet del suplemento cultural ABCD en las Artes y en las Letras - Febrero 2007

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