Sunday, July 22, 2007

LAS LUCES DEL ESTADIO

En lo profundo de la noche montevideana, hombres acodados contra un mostrador, desgranando fracasos al compás cansino y tanguero del bar y el alcohol, temiendo el momento en que el sol ponga fin a ese triste refugio de sí mismos. Pero cuando el brillo inunda los ventanales, alguien dice, «aguanten, che. Son sólo las luces del estadio». Por más que la letra es de Raúl Castro, esta canción de Jaime Roos resume y amplifica todo el universo de este hombre alto y entrañable. Maestro de la poesía del detalle, cantor callejero que sabe ocultamente que la música de los Beatles puede adoptarse y adaptarse a todas las ciudades de este mundo, Jaime Roos hizo de la esquina de las calles Durazno y Convención lo mismo que Lennon y McCartney hicieron de Penny Lane, y su Montevideo es más que tridimensional, porque a la estridencia rugosa de las murgas uruguayas Roos le añadió la caoba del exilio, la Montevideo soñada y contrastada con la realidad. El sueño de los uruguayos preparando el carnaval en el extranjero («Los olímpicos») le permite la mejor definición posible del exilio, «volver no tiene sentido, tampoco vivir aquí». Aunque, como en la canción «Retirada», la diferencia del gusto del café es capaz de evocar, en un impersonal ámbito francés, la fragorosa despedida de una murga.
Nacido en 1953 en el barrio Sur de Montevideo, su historia es una mezcla natural y latinoamericana de tambores, rock, salsa, bolero, los inmortales sonidos beatlescos, y una partida a París y Amsterdam de varios años, donde trabajó de músico sesionista y muchas otras cosas. Y entonces el regreso, en 1984, trajo todos esos discos históricos, como Sur, 7 y 3, Mediocampo, llenos de una música sutilmente salvaje, y que ahora, en gira por España, presenta Fuera de ambiente, su último lanzamiento. Otra vez tenemos la explosión de los tambores candomberos, siempre insinuada, balanceada por la voz más uruguaya de los últimos años, que canta grave, como si hablara, que conoce el peso de las palabras, que no necesita de énfasis y que es capaz de ocultar, en esa profunda sequedad, todos los colores de la melancolía. De una manera extraña, el oscarizado Jorge Drexler tiene razón al ubicar a Jaime Roos junto a Gardel y Zitarroza en el panteón de la música uruguaya. Gardel era tan uruguayo como argentino y francés, es decir, no era de ningún lugar y era de todos. Algo de eso puede decirse de Jaime Roos, un hombre de la calle y del mundo, que utilizó todos los colores de la vida y del exilio para pintar Montevideo y convertirla en universal.

Publicado en la sección Música del suplemento ABCD del diario ABC. Julio 2007

2 comments:

Gus Nielsen said...

Ese final es de cuento, más que de canción. Un capo, este Jaime Roos-.

Anonymous said...

Grande Jaime Roos. Desde o Brasil, um abraço para este gênio da música! Vida Longa.

Marlon