Thursday, February 19, 2009

EL CLÁSICO PERDIDO




En un tiempo en que es tan fácil llenar las horas y la biblioteca personal con ingentes cantidades de música, que un disco se clave con insistencia en la memoria es algo poco común. Si ese disco nos suena como si lo hubiéramos estado esperando toda la vida, como si cada una de sus notas hiciera vibrar alguna parte oculta, de nuestros recuerdos, si ese disco es capaz de transformar y colorear el paisaje que nos rodea dándole su propia atmósfera, y si encima es un disco de pop, entonces estamos frente a algo muy parecido a un milagro. Para un puñado de personas que se pasan el dato como si fuera un código secreto y hasta peligroso, como si una obra tan desvergonzadamente anclada en la belleza fuera casi una sustancia controlada de consumo ilegal, ese disco se llama The Opiates (Revised), firmado por Thomas Feiner y la banda Anywhen. Pero resulta que no es ilegal, y que desde hace unos meses está distribuido en España.
Formada en 1989 en Suecia y liderada por Feiner, un cantante extraordinario, la banda Anywhen dio pocos conciertos y produjo apenas tres discos: los dos primeros no pasaron a la historia. El tercero, The Opiates, tardó dos años en grabarse y disolvió, literalmente, a la formación. De hecho, el resultado final es casi un disco solista de Feiner, un surtido de canciones sobre el amor, la mentira y la decepción cargadas de una especie de melancolía atmosférica y otoñal, y surcadas por la voz ronca y susurrante de Feiner, una especie de Nick Cave con los bordes limados o un David Sylvian más rugoso. Siete años después de su autoedición del 2001, fue justamente David Sylvian quien, quizá fascinado por el parecido, rastreó a Feiner y lo invitó a reeditar su opiácea obra, a la que se añadieron nuevas canciones. Sylvian calificó el disco de «clásico perdido» y suena exactamente a eso, desde su fascinante producción, la inmensa cantidad de colaboradores, incluyendo la orquesta sinfónica de la Radio de Varsovia, hasta la gran cantidad de lecturas que permite, sin olvidar el gesto intelectual de poner a Jean Cocteau fumando opio en la portada. Este Opiates revisado no se ancla en el pasado; sin embargo, la profundidad de sus canciones, su deliberada inmersión en la tristeza y en la intelectualidad, esa búsqueda constante de la belleza a fuerza de acumular sonidos y texturas, pueden ser algunas de los elementos que justifican el calificativo de clásico, en el sentido de algo que estuvo siempre ahí, y que ahora, por suerte, se nos presenta para que la redescubramos y constatemos que hubo una época en que la que el placer podía ser menos culpable, menos distante, que ahora.
Publicado en ABCD - Febrero de 2009