Saturday, April 21, 2007

ELOGIO DE LA LENTITUD




Si algo define la cultura de Internet y, por extensión, la de su época, es el concepto de velocidad, muy por encima de cualquier otro de sus supuestos adelantos. Si, una vez descartados los cada vez menos valiosos valores de la calidad y los contenidos, la eficacia global de internet se mide en megas (a ver si te enteras), la eficacia de nuestro progreso se mide, también, en la rapidez en que un adelanto supera al anterior. Con este doble criterio de eficacia, podemos bajarnos series y películas casi inmediatamente después de que se emiten o se filman, y podemos, también, conseguir cada vez más rápidos aparatos y tecnología que convierten en primitivo todo lo que ocurrió antes. La frase de una vieja canción, «No sé lo que quiero pero lo quiero ya», parece expresar de la mejor manera posible de qué se trata todo esto, qué es lo que ocurre en un mundo donde lo más importante es esta especie de presente continuo y ansioso por el futuro y de un pasado que se difumina cada vez más rápido. Pero este atributo de la velocidad parece ocultar una especie de vacío. Más allá de la discutible moralina que reza aquello de que lo único que vale es lo que cuesta (tiempo, esfuerzo), sí hay una sensación corrosiva de que algo, en alguna parte, se está perdiendo.

Eso mismo parecen pensar los creadores de la Long Now Foundation (la fundación del “Largo Ahora”), que se han dispuesto a pensarlo todo en plazos larguísimos. Con el objetivo de cambiar la mentalidad «rápida y barata» por un pensamiento «más lento y mejor», esta fundación, conformada por Doug Carlston, Danny Hillis, Stewart Brand, Kevin Kelly, Esther Dyson y Brian Eno ofrece una serie de proyectos, muchos de los cuales están en internet y otros, como 77 million paintings, una instalación de cuadros siempre cambiante con la típica música de trance de Brian Eno, puede verse en la Fnac de Barcelona, una experiencia, por cierto, bastante relajante. Fue justamente Brian Eno quien pergeñó el concepto de «largo ahora», al descubrir que en Nueva York «aquí» significaba «en esta sala» y «ahora» equivalía a «estos cinco minutos», mientras que en Inglaterra ambos conceptos abarcaban mucho más.

El sitio http://www.longnow.org/ lleva como subtítulo «las ideas detrás de la computadora más lenta del mundo» dando a entender que, como todo lo que ocurre con internet, esto refleja una serie de proyectos y cosas que abarcan y superan la bidimensionalidad de la red. Por empezar la fundación escribe los años usando cinco dígitos en lugar de cuatro. Así, fue fundada en 01996 y esta nota, por ejemplo, saldrá en el 02007. El proyecto más emblemático es, en cualquier caso, el reloj del largo ahora, un reloj mecánico diseñado para durar diez milenios, de la siguiente manera. La manecilla de los siglos hace «tic» cada cien años y el cucú sale una vez cada mil. Construido según principios de longevidad, mantenibilidad (las generaciones futuras podrán hacerlo funcionar con elementos muy básicos), transparencia (su funcionamiento es claro), «evolucionabilidad» (se puede mejorar) y escalabilidad, el reloj ya existe en prototipo en el museo de ciencias de Londres y estará situado de manera permanente (otro concepto caro a sus fundadores) en la cumbre de una montaña de Nevada rodeado de pinos que en la actualidad tienen cinco mil años de antigüedad.

Entre los otros proyectos de The Long Now tal vez el más interesante, o aparentemente útil, sea el Proyecto Rosetta (http://www.rosettaproject.org/), que se propone desarrollar una versión contemporánea de esa legendaria piedra que todos los traductores deberíamos adorar. Se trata de un archivo que documentará alrededor de mil lenguas humanas, la gran mayoría de ellas en serio riesgo de desaparición, en una plataforma de lingüística comparativa volcado en tres formatos diferentes: un disco de cinco centímetros (que se lanzará al espacio), un monumental libro de referencia y un archivo creciente. También está el proyecto de las apuestas largas, (http://www.longbets.org/) donde por la módica suma de desde 50 dólares (dinero que se usará para fines filantrópicos) uno puede efectuar una predicción a dos años vista como mínimo; el Timeline Tool o Long Viewer, un programa para visualizar sucesos históricos y predicciones durante períodos largos de tiempo; y el Format Exchange, una biblioteca de formatos digitales para facilitar la transmisión de conocimiento, además de una serie de seminarios sobre el pensamiento a largo plazo.

Más allá de la verdadera utilidad de todos estos proyectos, detrás de todos ellos está la intención de establecer un artificial pero necesario elogio de la lentitud --como en el maravilloso concepto de la pieza musical de John Cage, Organ²/ASLSP (As SLow aS Possible)— y un marco de referencia diferente, que haga pensar en el tiempo, según las palabras de Stewart Brand, como las fotografías de la Tierra desde el espacio hacen pensar en el medio ambiente. En una época en que el vértigo de la velocidad parece ocultar la angustia de la quietud, reflejada en tantas visiones apocalípticas sobre la caducidad del futuro (el calentamiento global y apocalipsis semejantes), la idea de un Largo Ahora no deja de tener su veta optimista.

Publicado en la sección Internet del suplemento cultural ABCD en las Artes y en las Letras

Wednesday, April 04, 2007

PENSAMIENTO AVANZADO














En 1967, el disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band generó una revolución en tantos sentidos que algunos de ellos han quedado olvidados. The Beatles eran en ese momento los hombres más poderosos de la Tierra, o así lo sentían. Podían hacer lo que quisieran en el estudio y la leyenda ha recogido muchas anécdotas coloridas: la historia de esos músicos de sesión que no podían improvisar y jugar hasta que Lennon les puso a todos máscaras y antifaces. O ese micrófono de alta calidad y costo, perdido para siempre cuando se les ocurrió meterlo dentro de una pecera para oír cómo sonaba todo a través de agua. Juego, experimentación e irresponsabilidad, conjugados para engendrar una de las obras de arte más impactantes e importantes del siglo xx. En la última banda del disco, justo después del restallante acorde de piano que ponía fin a la canción «A Day In The Life», John Lennon agregó un sonido inaudible para los seres humanos pero sospechosamente parecido a los silbatos de los entrenadores de perros, precisamente en el surco que llegaba hasta el centro, de manera que si el brazo fonocaptor era de los antiguos, de los que chocaban contra la etiqueta y volvían a reproducir ese surco concéntrico, ese sonido se repetía sin cesar. Así, cuando en los barrios londinenses primero y del resto del mundo después, muchos tocaran el disco con la unción de quien se encuentra ante una revelación, los perros de las cercanías ladrarían y transformarían la escucha en una experiencia única, sensorial y más que cuadrafónica. Un estiramiento de los límites del disco y del aparato que lo reproduce, un discurso que irrumpe con violencia en la realidad para disolverse en ella.






Desde otro lugar del mundo, distante en recursos económicos y en popularidad mediática, hay otro artista que intenta esa clase de rupturas. Se llama Tom Zé y por momentos parece un espejo deformante que revela la cara no tan sonriente o por lo menos no tan complaciente de otra de las grandes (y poco reconocidas) culturas musicales populares de estos tiempos, la música brasilera. En su disco Jogos de Armar (Faça Você Mesmo), además de burlarse de géneros y de combinar poesía concreta, rock, denuncia social y música bailable del Brasil, incluye un segundo CD con las bases rítmicas y armónicas de las canciones del primero, para que cualquiera, en su casa y con un ordenador, pueda rearmar las canciones, cambiar los arreglos, recomponerlas y reescribirlas. The Beatles y Tom Zé, tan lejanos en algunos aspectos, son sin embargo ejemplos de un pensamiento avanzado muy poco común, de una lucidez superior y de la valentía mágica necesaria para llegar más allá.

Publicado originalmente en la sección música del suplemento cultural del ABC